El legado del Papa Francisco, uno de los líderes más influyentes en la lucha por la justicia social y ambiental, se hizo palpable una vez más durante su funeral histórico el 26 de abril de 2025. Más de 250,000 personas se dieron cita en la Plaza San Pedro, convirtiendo este evento en una muestra de amor y respeto hacia un papa que dedicó su vida a la defensa de los más vulnerables en un mundo asediado por la desigualdad social y la crisis climática. Fiel a su estilo humilde, su féretro fue transportado en el papamóvil, un símbolo de conexión con el pueblo, que durante su pontificado siempre fue su prioridad. Desde líderes mundiales como el presidente colombiano Gustavo Petro hasta ciudadanos de a pie, todos se unieron en lamentar la pérdida de un guía espiritual que siempre abogó por la dignidad humana y el cuidado por nuestra Madre Tierra.
La encíclica Laudato Si’, publicada en 2015, se erige como el testamento de su compromiso con la justicia ambiental y social. A través de su mensaje, Francisco instó al mundo a reconocer la interconexión de la crisis climática con la pobreza y la injusticia social, desafiando a los creyentes y no creyentes a adoptar una ‘conversión ecológica integral’. En un tono innovador y directo, la encíclica cataloga la crisis ambiental como un fenómeno que no es solo técnico, sino moral, acentuando la necesidad de un cambio de corazón en todas las dimensiones de la vida. «Todo está conectado» se convirtió en un mantra de su mensaje, instando a una reflexión profunda sobre el estilo de vida consumista que afecta a los más vulnerables de la sociedad.
En Laudato Si’, Francisco identifica a los pobres como las primeras víctimas de la crisis ambiental, enfatizando que no pueden existir dos crisis separadas: una social y otra ecológica. Esta visión clara ha resonado con muchos líderes de naciones en desarrollo, quienes ven en su obra un apoyo a las luchas por la justicia social. Su llamado a que las naciones ricas asuman su «deuda ecológica» y proporcionen recursos a los países empobrecidos para transitar hacia formas de desarrollo sostenibles fue revolucionario. Al plantear que los migrantes climáticos son inocentes de una crisis que no han causado, Francisco logró visibilizar un problema que a menudo queda en la penumbra del debate internacional.
El Papa no solo desafió a los individuos, sino también a las estructuras de poder y a los paradigmas económicos establecidos. En su visión, se criticó abiertamente el capitalismo depredador, exigiendo regulaciones que protejan a las comunidades vulnerables y al medio ambiente. Francisco defendió a las comunidades indígenas como los verdaderos guardianes de la Tierra, enfatizando que «la tierra no es un bien económico, sino un don de Dios». Este enfoque ha inspirado el surgimiento de movimientos globales, como el Global Catholic Climate Movement, que busca unir a católicos y no católicos en la lucha por un futuro más justo y sostenible.
A medida que el mundo se adapta a la ausencia física del Papa Francisco, su mensaje de esperanza y transformación sigue resonando. Con diversos líderes y organizaciones tomando la antorcha de su legado, se anticipa la publicación de una «segunda parte» de Laudato Si’ que abordará nuevos retos, como la inteligencia artificial y la escasez de agua, cuestiones que Francis ya había comenzado a explorar. Su afirmación de que «no todo está perdido» y que la humanidad puede optar por el bien es una luz guía en la búsqueda de justicia social y ambiental en un siglo que enfrenta desafíos sin precedentes. A medida que cada acción inspirada en su legado se lleva a cabo, queda claro que el Papa Francisco, aunque físicamente ausente, continúa vivo en los corazones de quienes luchan por un mundo mejor.