El Vía Crucis Popular realizado en Villa Grimaldi el pasado 18 de abril de 2025, se consolidó nuevamente como un evento profundamente significativo en la memoria colectiva de Chile. Este acto, que rinde homenaje a los detenidos desaparecidos y ejecutados durante la dictadura, se ha transformado en un símbolo de resistencia y reivindicación en la lucha por los derechos humanos. La concentración inicial tuvo lugar en Tobalaba con José Arrieta, donde cientos de personas se unieron con carteles que reflejaban consignas poderosas, como «No aceptamos que sigan desapareciendo personas», sacando a relucir el dolor de las familias que aún buscan respuestas sobre el paradero de sus seres queridos, entre ellos Julia Chuñil Catricura.
La figura central de esta reflexión es Mariano Puga, un sacerdote diocesano que no solo fue prisionero político, sino también un incansable defensor de los derechos humanos. Su legado ha resonado a lo largo de los años, creciendo desde el primer Vía Crucis Popular en 1999, gestado en parte por la detención del dictador Augusto Pinochet en Londres. La conmemoración ha evolucionado, ahora integrando la participación de diversas comunidades, organizaciones de derechos humanos y familiares de víctimas, lo que demuestra que el espíritu de Mariano Puga sigue vivo en la conciencia social de la nación.
Nacido en 1931, Puga dedicó su vida a luchar por la dignidad y los derechos de los más desprotegidos. Trabajando como obrero de la construcción, también se involucró activamente en comunidades vulnerables, como La Legua y Villa Francia, donde su labor pastoral se entrelazaba con la defensa de los derechos sociales. Su encarcelamiento y tortura en Villa Grimaldi y Tres Álamos a manos de la DINA no mermaron su determinación, sino que la fortalecieron, convirtiéndose en un referente en la lucha contra las violaciones de derechos humanos en Chile.
A lo largo de las décadas y ya en democracia, Mariano Puga continuó su inflexible lucha, apoyando a las víctimas del estallido social de 2019 y demandando justicia por los abusos del pasado. Su incansable llamado «Algo nuevo está naciendo, con los pobres va creciendo», se transformó en un mantra para muchos que buscan reencontrarse con su historia y con la esperanza de un futuro más justo. La última edición del Vía Crucis Popular no solo fue un recordatorio del sufrimiento pasado, sino también un espacio para la reivindicación de derechos y la solidaridad con diversas luchas sociales.
Con cada paso en el Vía Crucis, los participantes no solo honraron la memoria de los desaparecidos y ejecutados, sino que también reafirmaron su compromiso con las causas que aún claman justicia y verdad. Villa Grimaldi, escenario de tales atrocidades, hoy se convierte en un símbolo de resistencia y esperanza, donde las voces del pasado y el presente se entrelazan en un llamado a la acción. La figura de Mariano Puga, aunque ya ausente, sigue iluminando el camino de quienes persiguen un mundo más humano, donde ninguna vida sea olvidada y donde la memoria se convierta en un motor para el cambio.